Del latín morbus 1. enfermedad, 2. interés malsano por personas o cosas, 3. atracción hacia acontecimientos desagradables. Malsano sí, desde luego, ¡y tanto! De hecho eso lo hace interesante: es prohibido, está mal, no deberías estar mirando, no deberías pensar lo que estás pensado. No deberías si quiera plantearte acercarte. Pero quieres hacerlo. Aunque luego toda esa morralla sólo ocupará un rato de tu mente al final del día. Esa insatisfacción, ingrediente a su vez del morbo, eso que deseas y no has podido llevar a término.
Tengo una duda latente. Vivimos en un mundo impersonal, frío, en ocasiones incluso desagradable, en cuanto a interacciones sociales. La gente se asusta o hasta te mira mal si le rozas en el autobús o en el metro. Se sientan individualmente, evitan sentarse cerca de alguien. Se evita el contacto físico y cada vez más el espiritual. La duda es que si toda esa frialdad contribuye a que la intensidad de los encuentros fortuitos -y sí llevados a término, o casi- aumente, y que en realidad sólo sea un bien colateral del que algunos, como yo, se quejan. Indudablemente, nos cansaríamos si todo el mundo estuviera tocándonos continuamente, pero ni un extremo ni otro son buenos, ¿o sí? El caso es no viciarse, como diría aquel filósofo, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario