domingo, 20 de noviembre de 2011

Vintage Romance

             Te conocí a principios de verano, pero sin duda nuestro clima es el invierno. Adoro que me calientes las piernas dentro de la cama después de pasar horas de frío caminando por la ciudad.
Quiero comerme el mundo contigo a mi lado.
             Me encantaba verte cocinar, pero ahora me encanta que me des a probar lo que cocinas, con esa protección paternal. Me gusta que me abraces desde atrás y sienta tu calor recorriéndome toda la espalda. Me encanta que me beses en las mejillas, como si fueran mucho más importantes que mi boca o cualquier otra parte de mi cuerpo, así sé que me quieres a ciencia cierta. Me gusta que me busques la mano cuando andamos por la calle, aunque me agobie de vez en cuando, como si quisieras mostrar al mundo que estamos juntos. Me encanta que pongas tu mano en mi pierna cuando vamos en coche, y me mires, deseando darme el beso que me darás en cuanto llegue un semáforo. Adoro que me hagas sentir una niña pequeña a la que proteger, y que eso a la vez te tranquilice, cuando me pides un "venaquí".

Por todo esto y tantas cosas, te quiero, ¿entiendes ahora porqué no puedo prescindir de todo ello?

jueves, 17 de noviembre de 2011

No, no, no y nunca sí

No me creo que no te des cuenta. No puedo aceptar que simplemente no puedes dar más de ti. Me niego a pensar que tengo que resignarme tanto a aguantar como a desaparecer. Pero soy una ilusa, eso está claro. Las cosas pasan y ya está, o no pasan y punto. No ocurre esa química, esa conexión invisible y perfectamente intangible, no me entiendes. No sabes qué es lo que quiero, y haces justo lo que no quiero. Y encima no hago más que sentirme culpable y rastrera. Por no ser normal, por no aceptar las cosas como son y dejarme llevar por el puto conformismo. Pero bueno, ¿a dónde vamos a llegar? ¿Cómo es que quiero a alguien que no existe? En serio, ¿de verdad estoy enamorada de un recuerdo? 

martes, 8 de noviembre de 2011

Gente que habla de la gente

                     Está claro que vivimos en una sociedad de consumo, de una compra<->venta de productos, de una falsedad verdadera. Está bien fijarte en unos zapatos, en un corte de pelo, incluso en un perfume, por quedarte con la fragancia de alguien, -sentirte única sin serlo-. Sin embargo, el problema aparece cuando tendemos a comerciar con los sentimientos, a no dar una cantidad demasiada, quizá por miedo al rechazo, o por miedo a la exuberancia. No queremos ni mucho ni poco, pero queremos que nos quieran. Queremos sentirnos deseados de vez en cuando, como un producto, como si nos vieran detras de un escaparate construído sobre fuertes pilares de prejuicios sociales. No me puedes tocar, no quiero que me toques, pero admírame. Desea tocarme. Y sobre todo, haz que me de cuenta, pero sutilmente, no te pases. La duda, la incertidumbre de un acercamiento más o menos fortuito, es lo que nos mueve. Que se levante y salga de la sala al que no se le ha alegrado un poco el cuerpo cuando le miran por la calle, pero con curiosidad, con atracción. La seguridad, el poder, la atracción en sí misma, nos dan energía, motivación, y sobre todo, morbo.

                     Del latín morbus 1. enfermedad, 2. interés malsano por personas o cosas, 3. atracción hacia acontecimientos desagradables. Malsano sí, desde luego, ¡y tanto! De hecho eso lo hace interesante: es prohibido, está mal, no deberías estar mirando, no deberías pensar lo que estás pensado. No deberías si quiera plantearte acercarte. Pero quieres hacerlo. Aunque luego toda esa morralla sólo ocupará un rato de tu mente al final del día. Esa insatisfacción, ingrediente a su vez del morbo, eso que deseas y no has podido llevar a término.
                     Tengo una duda latente. Vivimos en un mundo impersonal, frío, en ocasiones incluso desagradable, en cuanto a interacciones sociales. La gente se asusta o hasta te mira mal si le rozas en el autobús o en el metro. Se sientan individualmente, evitan sentarse cerca de alguien. Se evita el contacto físico y cada vez más el espiritual. La duda es que si toda esa frialdad contribuye a que la intensidad de los encuentros fortuitos -y sí llevados a término, o casi- aumente, y que en realidad sólo sea un bien colateral del que algunos, como yo, se quejan. Indudablemente, nos cansaríamos si todo el mundo estuviera tocándonos continuamente, pero ni un extremo ni otro son buenos, ¿o sí? El caso es no viciarse, como diría aquel filósofo,  ¿no?



miércoles, 2 de noviembre de 2011

Oh my darling Clementine!

                   Películas que quedarán en la memoria, poemas que también, fotos que no se hicieron, fotos que se harán. Lluvia, odiada y más a menudo amada en la intimidad. Me encantaría ser tu mariposa, más que nada porque acaba de ocurrírseme, aunque no sé qué sentido tendría que me encalupsaras en un bote de cristal. Pasos, uno tras otro, que se dan, con esfuerzo a veces, con impulso otras. No pretendo que me entiendas, sé que hace tiempo ni lo intentas. No quiero que te compadezcas, no quiero que me hables en el ascensor por compromiso. Quiero una sonrisa sincera, un abrazo, una ilusión. Ahora aparecen de cuando en cuando, y como ya estaba acostumbrada a no contar con ello, la ilusión es doble. No le des la vuelta a la tortilla, mírate al espejo por una vez, para no pintarte los labios. Date la vuelta, prepárate para evacuar el alma. Dame una alegría.


Ruby lips above the water,
Blowing bubbles, soft and fine,
But, alas, I was no swimmer,



Déjalo, algún día lo entenderás.