viernes, 25 de marzo de 2011

Untitled. Elisabet Senger

              Y así, otro de los contrafuertes se derrumbó, dejando la fortaleza un poquito menos infranqueable. A ella le hubiera gustado saber si uno más de aquellos recuerdos la hubiera seguido debilitando o si, por el contrario, la hubiese hecho algo más fuerte. En vez de eso, decidió evitar cualquier tipo de evocación a aquel mundo que vivió hace tan poco, pero que se le antojaba ya tan lejano. Se dedicó, pues, a la ardua tarea de mimetizarse con el entorno y a ser feliz adaptándose, aun consciente de su necesidad de padecer. 


              El dolor la hacía, sin duda, sentirse viva y desdichada; la hacía poesía, arte, y pathos, todo pathos. Toda ella era un corazón bullente, una pieza magistral que vibraba al compás de cada llanto y, por lo tanto, de cada lágrima, de cada respiración entrecortada inundada de agua salada y reproches a sí misma. 


              Ella era todo pasión, aventura y sonrisas pícaras. Era por todos conocida su afición a hacerse la mayor y el regocijo que sentía al verse invadida de adrenalina maliciosa y enfermiza. El mundo entero bombeaba nuevas situaciones a las que enfrentarla. Ella odiaba la rutina y, sin embargo, la eligió.




Continuará...

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