miércoles, 25 de mayo de 2011
El tono impresionista del día.
lunes, 9 de mayo de 2011
Catarsis y exámenes finales
Aquellos que encuentran una suerte de catarsis en el conocimiento. Esto nos definiría como seres humanos; y admito ineludiblemente que así somos, pero a algunos se les ha olvidado.
Podría llamarse inquietud, ascensión (en honor a los ascetas que tanto admiro), posibilidad. Poder, que tenemos, y que ni en su más ínfima parte es aprovechado ni por una décima parte de la población humana. ¿Qué más cabe esperar? La memoria está sobrevalorada.
A mí me gusta guardar lo que aprendo en un rinconcito que la mayoría tiene obsoleto, o en cambio, rebosante de información malhadada e infructuosa. Ese desván que tenéis llenos de polillas no tiene nombre, pero es sin duda un lugar prodigioso. Tiene altas estanterías de las que apenas puede atisbarse un final; llenas de libros e información poco catalogada, a la espera de verse tocada por el cosmos de la mente, luce con luz tenue, -porque el saber ya no deslumbra tus ojos, sólo los aviva, y por que éste ya no está considerado como algo tan grandioso en nuestro tiempo-. El otro rincón, -ese que está al final del pasillo a la izquierda- espera como un imberbe una gran cantidad de datos de los cuales sólo podrá guardar el 70%, y ni siquiera con una precisión exacta. Estos datos, además, serán procesados de forma automática, con un lento proceso que llaman memorizar y que, lejos de aportarnos alguna suerte de catarsis, nos la arrebata.
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Podría llamarse inquietud, ascensión (en honor a los ascetas que tanto admiro), posibilidad. Poder, que tenemos, y que ni en su más ínfima parte es aprovechado ni por una décima parte de la población humana. ¿Qué más cabe esperar? La memoria está sobrevalorada.
A mí me gusta guardar lo que aprendo en un rinconcito que la mayoría tiene obsoleto, o en cambio, rebosante de información malhadada e infructuosa. Ese desván que tenéis llenos de polillas no tiene nombre, pero es sin duda un lugar prodigioso. Tiene altas estanterías de las que apenas puede atisbarse un final; llenas de libros e información poco catalogada, a la espera de verse tocada por el cosmos de la mente, luce con luz tenue, -porque el saber ya no deslumbra tus ojos, sólo los aviva, y por que éste ya no está considerado como algo tan grandioso en nuestro tiempo-. El otro rincón, -ese que está al final del pasillo a la izquierda- espera como un imberbe una gran cantidad de datos de los cuales sólo podrá guardar el 70%, y ni siquiera con una precisión exacta. Estos datos, además, serán procesados de forma automática, con un lento proceso que llaman memorizar y que, lejos de aportarnos alguna suerte de catarsis, nos la arrebata.
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